Entrevista a Javier Fierro, socio fundado Berdin Grupo
Berdin nació en un contexto de crisis, impulsado por la necesidad de crear empleo. Con esfuerzo y visión, logró consolidarse en el sector eléctrico y electrónico. Desde la digitalización de la facturación en los años 80 hasta el cambio de sistema informático en los 90, Berdin ha sabido adaptarse a los cambios tecnológicos para crecer. La empresa se basa en la igualdad, la honestidad y la implicación de su equipo, manteniendo un fuerte compromiso con empleados, clientes y proveedores. Nos cuenta cómo surgió Berdin uno de sus socios fundadores, Javier Fierro.
En 1980, en un contexto de crisis y con la necesidad de construir su propio futuro, un grupo de profesionales decidió dar un paso al frente y crear Berdin. Javier Fierro, socio fundador, nos cuenta cómo nació la empresa, los retos superados y la visión de futuro de una compañía que hoy es referente en el sector.
Javier, cuéntanos cómo surgió Berdin.
El contexto en el que fundamos Berdin era muy complicado. Yo trabajaba en EASO, una empresa que entró en suspensión de pagos y cerró, dejándome en la calle. Los que estábamos allí nos planteamos qué hacer. Algunos tenían familias que mantener, en mi caso estaba soltero, pero todos necesitábamos ingresos. La idea fundamental fue crear algo que nos permitiera tener una nómina a fin de mes. Así nació Berdin. Y hasta hoy.
¿Cómo recuerdas aquellos inicios?
Lo más difícil fue arrancar. Hacer algo desde cero y lograr que tenga viabilidad es un reto enorme. La ilusión de sacar adelante un proyecto propio es algo que solo se entiende cuando se vive. Si miro atrás, verlo con perspectiva me llena de orgullo. Ha sido como arrancar un coche, ponerlo en la autopista e ir cogiendo velocidad. Pero el verdadero motor han sido siempre las personas que han trabajado y siguen trabajando en Berdin.
¿Cuál es tu formación?
Soy ingeniero técnico industrial.
¿Cómo era el mercado en aquellos años?
Muy complicado. Estábamos en plena crisis, una época en la que en lugar de crearse empresas, se cerraban. Fue un periodo difícil, marcado por la transición y la llegada de la democracia.
¿Recuerdas quién fue el primer cliente de Berdin?
Sí, nuestro primer cliente fue José Ramón Lasa, de Ormaiztegi.
¿Cuál fue el primer gran éxito de la empresa?
Sin duda, el contrato de distribución con Telemecanique Sensor. También tuvimos otros proveedores clave, como SACI y DINUY, pero el acuerdo con Telemecanique fue un hito importante porque nos abrió las puertas del mercado de la automatización industrial. Nosotros veníamos del sector de instalaciones eléctricas, y esto nos permitió crecer en la industria. Fue una negociación complicada, pero lo logramos.
¿Qué decisiones estratégicas marcaron el crecimiento de Berdin?
En 1985 compramos nuestro primer ordenador, aunque cometimos un error al calcular nuestras necesidades y no tenía suficiente capacidad. Durante un tiempo seguimos haciendo todo a mano, hasta que en 1987 empezamos a facturar con ordenador.
Otro punto clave fue el traslado a Martutene en 1989, que marcó el inicio de nuestra expansión. Y en 1986 nos unimos a Matelgrup, que hoy es Fegime.
¿Alguna vez pensaste en rendirte?
Nunca. Siempre hemos apostado por Berdin con ilusión y esfuerzo. La primera delegación la abrimos en Eibar en 1984, luego en Arrasate en 1986 y en Martutene en 1989. Siempre para adelante.
¿Errores?
Claro que ha habido, pero no los voy a contar. Lo importante es que, cuando cometes un error, hay que resolverlo y aprender de él.
En 1991 le propuso cambiar el sistema informático a Xabier Ostolaza. ¿Cómo fue ese cambio?
Yo había apalabrado un contrato con IBM para ampliar nuestro sistema, pero tras hablarlo con Xabi, decidimos cambiar a un sistema basado en UNIX, que era de código abierto y nos permitía usar bases de datos. Fue una revolución para la empresa. Pasamos de buscar códigos de producto en libros a hacerlo directamente en el ordenador. Costó que la gente se adaptara, pero fue un gran avance.
¿Cuáles son los valores que han definido a Berdin?
Están en nuestro propio nombre, Berdin, que significa "igual" en euskera. Creemos en la igualdad dentro de la empresa, la implicación de todos, la honestidad, la humildad y el cumplimiento de la legalidad y los acuerdos con clientes y proveedores.
¿Cómo ves el futuro de Berdin?
Esperanzador.
¿Cómo ha influido Berdin en el sector?
Siempre hemos tenido fama de seriedad y solvencia. Nos hemos ganado el respeto en el sector y hemos estado en los foros donde nos correspondía estar.
¿Qué ha sido lo más gratificante de este viaje empresarial?
Mi vida personal cambió por completo desde que me dediqué a Berdin. Trabajábamos entre 10 y 12 horas diarias, con una dedicación total. En los primeros años, la prioridad era capitalizar la empresa, lo que significaba que muchas de esas horas ni siquiera se cobraban. Pero esto es algo que hicieron la mayoría de las empresas que empezaron desde cero: trabajar y trabajar hasta consolidarse.
¿Recuerdas algún momento especial de alegría?
Sí, la compra del local de Martutene. Llegué de vacaciones en julio y esa misma tarde cerramos la compra. También la adquisición de los almacenes de Larrea, en Vitoria, marcó un punto de inflexión. Expandirnos fuera nos obligó a gestionar equipos con diferentes culturas. Adaptar cada delegación a nuestra manera de trabajar no fue fácil, pero lo conseguimos.
Recuerdo, por ejemplo, en Castellón, donde tenían la costumbre de hacer un almuerzo a las 10:00 de la mañana con mesas y sillas en el almacén, algo arraigado en la tradición agrícola de la zona. A nosotros se nos hacía raro.
¿Qué te mantiene aún implicado en Berdin?
Es un tema puramente sentimental. Si no fuera por quienes han trabajado y siguen trabajando aquí, esto no habría sido posible. Quiero que la empresa continúe para que estas personas puedan seguir desarrollando su carrera profesional. Sé que lo más fácil sería dejarlo, pero mi compromiso es con ellos lo que me implica a estar unido todavía a esta empresa.
Hoy, 45 años después de su fundación, Berdin sigue mirando al futuro con la misma ilusión con la que empezó. Su historia es un ejemplo de esfuerzo, visión y compromiso, valores que siguen guiando su camino. Como dice Javier, el viaje no ha sido fácil, pero ha valido la pena.